Belén Cuadrado Jiménez

Los robots de software y las tecnologías cognitivas cada vez están más presentes en las empresas y en nuestra vida en general.

La automatización inteligente ha llegado para  mejorar sensiblemente la calidad y la velocidad de numerosas tareas y procesos que, en diferentes sectores profesionales como la banca, la sanidad o la educación, ocupan hasta el 40% de la jornada laboral.

En la Era Cognitiva en la que nos encontramos ya contamos con sistemas que aprenden de la experiencia, recuerdan datos y son capaces de generar hipótesis.

Por todo esto, y desde una visión positiva del futuro, los profesionales podremos centrarnos en tareas que requieran creatividad, pensamiento crítico, desarrollo de las relaciones interpersonales, etc. Los puestos y las organizaciones van a transformarse profundamente, por lo que emergerán otros tipos de trabajos, de empleados y de líderes.

Inteligencia colectiva

Un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA), del que tanto hablamos, es la realidad en la que estamos inmersos. El manager debe aprender a dirigir en este contexto y, además, liderar a personas muy diferentes en un ecosistema abierto y expuesto. Por ello, es normal que llegue a sentir que se encuentra ante una situación y un nivel de exigencia que le supera.

Sin embargo, los líderes tienen la clave a su alcance: la inteligencia colectiva. Si son capaces de ser un imán para atraer y retener a los mejores profesionales; si son capaces de hacer que las personas crean en el proyecto de empresa, entonces contarán con una ayuda de máximo valor.

Para conseguir movilizar esa inteligencia colectiva es necesario renunciar a algunos “privilegios” tradicionales de los directivos y cambiar su comportamiento:

  • Compartir información. ¿Cuánta? la máxima posible. De esta forma a las personas se les permite pensar por sí mismas y aportar.
  • Aceptar la crítica y así fomentar la participación en todos los niveles de la organización.
  • Confiar en las personas, proporcionar espacios de autonomía y con ello conseguir una mayor responsabilidad personal en el trabajo, en el autoaprendizaje y en el desarrollo.
  • Gestionar la diferencia y conseguir que cada persona se sienta tratada individualmente.
  • Tolerar el error que parte de buenas iniciativas y respaldar a las personas que tienen el valor de intentar avanzar.
  • Ser verdadero, creíble y congruente. Estamos programados genéticamente para detectar la falta de autenticidad y de forma inconsciente protegernos de ella.
  • Permitir entornos de aprendizaje que cuestionan y mejoran lo establecido; fomentar los equipos que construyen su propio conocimiento.

Cuando las tareas repetitivas las realicen los robots, las personas nos centraremos en innovar y generar nuevas ideas. Por ello, debemos estar preparados para resolver problemas desconocidos y responder a preguntas todavía no formuladas.

Sólo las empresas que cuentan con personas vinculadas emocionalmente con sus objetivos, valores y cultura son capaces de crear y aportar mucho más de lo que las descripciones de sus puestos indican.

 

Belén Cuadrado Jiménez

Directora de Calidad y Gestión del Talento en Fundación Estudio y, además, ha participado en el Máster en Gestión del Talento en la Era Digital de LIDlearning y La Salle IGS.