Aunque muchas personas le temen al mes de septiembre más que a la factura de la luz, creo que este mes nos brinda la oportunidad de replantearnos cómo trabajar sin tener que renunciar al bienestar. De hecho, según lo comparto en mi libro CULTURA DEL BIENESTAR, abogo por un bienestar cotidiano, en pequeñas dosis, que nos alimente a lo largo del año en el trabajo -haciendo más hincapié en épocas de necesidad extra-, para que cuando tomemos descansos no sea una cuestión de vida o muerte.

Así que el reto que tenemos por delante en este mes es: ¿cómo podemos volver al trabajo sin perder el bienestar que (supuestamente) hemos tenido en las vacaciones?

Te comparto tres ideas clave que harán que tu mes de septiembre deje de ser una cuesta arriba y se convierta en un punto de partida saludable y motivador.

  1. Mantén tus hábitos saludables de las vacaciones en tu rutina diaria

Cuando pensamos en vacaciones solemos asociarlas con libertad, desconexión, descanso o disfrute. El error más común al volver es pensar que todo eso desaparece en cuanto volvemos a encender el ordenador. Así que, puedes preguntarte: ¿qué pequeños gestos de bienestar puedo conservar en mi día a día laboral?

Vamos con algunos ejemplos práctico. Quizás en verano descubriste lo bien que te sienta caminar 20 minutos después de comer. Este hábito tan saludable puedes mantenerlo a tu vuelta al trabajo acortando la sobremesa y dándote unos minutos para pasear tras la comida.  Otro ejemplo: si disfrutaste de conversaciones largas sin prisas, reserva cada semana un tiempo en tu agenda para charlar con compañeros sobre otros temas diferentes al trabajo, solo para reconectar.

Son pequeños gestos, pero generan una gran diferencia. Recuerda que el bienestar no está en lo extraordinario, sino en lo cotidiano.

  1. Diferencia placer de bienestar

En vacaciones disfrutamos del hedonismo: largas siestas, helados improvisados, comidas abundantes o esa sensación de no tener que rendir cuentas a un reloj. Todo eso es placer, y es necesario, pero también es pasajero. El bienestar, en cambio, tiene una dimensión más duradera: hábitos saludables, propósito en lo que hacemos, relaciones de calidad y equilibrio vital.

Al volver al trabajo, conviene reorganizar esos dos planos: mantener un espacio para el placer —porque la vida no es solo disciplina—, pero dar protagonismo al bienestar sostenible. Eso significa:

  • Retomar horarios estables de sueño.
  • Volver a una alimentación equilibrada.
  • Practicar ejercicio físico adaptado a la rutina.
  • Reservar tiempo para la calma mental: mindfulness, lectura, respiración consciente.
  • Reforzar vínculos con compañeros y familia, que son fuente clave de apoyo emocional.

Las empresas también pueden favorecer esta transición facilitando jornadas flexibles, ofreciendo programas de salud mental, proponiendo retos colectivos de actividad física o promoviendo talleres de gestión del estrés. No se trata de eliminar el hedonismo, sino de integrarlo con hábitos que nos sostienen a largo plazo.

  1. Elige: aceptar o cambiar

Esta tercera idea es quizás la más transformadora. Muchas personas, al volver de vacaciones, se dan cuenta de que el malestar no viene solo de la rutina, sino de la relación que tienen con su trabajo o con alguna pieza de su trabajo (jefe, equipo, condiciones económicas, desplazamientos…). Si cada regreso al trabajo tras vacaciones lo sientes como una losa, conviene preguntarte: ¿me gusta lo que hago? ¿me aporta sentido? ¿estoy creciendo o me siento estancado?

Si la respuesta es negativa, septiembre puede ser una oportunidad de cambio: hablar con el jefe sobre nuevas responsabilidades, pedir participar en un proyecto distinto, formarse en otra área o incluso replantear el rumbo profesional. No siempre se puede cambiar de un día para otro, pero el simple hecho de plantearlo ya abre posibilidades.

Y si el cambio no es viable en este momento, entonces toca practicar la aceptación madura, que no es lo mismo que resignación. Aceptar significa reconocer la realidad tal como es y decidir vivirla con la mejor actitud posible.

Aceptar no implica renunciar a mejorar: implica gestionar mejor lo que hoy está en nuestras manos.

La vuelta al trabajo no tiene por qué convertirse en un muro de desánimo. Si somos capaces de mantener ciertos hábitos que nos han proporcionado bienestar durante las vacaciones, diferenciar placer de bienestar y decidir conscientemente entre aceptar o cambiar; podemos convertir septiembre en una oportunidad de renovación personal y profesional.

Las organizaciones también juegan un papel crucial: acompañar a sus equipos en este proceso es una muestra de liderazgo consciente y una inversión con retorno. Porque un empleado que se siente cuidado, motivado y equilibrado no solo rinde más, también contagia energía positiva a su entorno.

El bienestar no es un lujo reservado a las vacaciones, sino una práctica diaria que puede -y debe- formar parte de tu vida laboral. Septiembre es un buen mes para recordarlo.

Puede que las vacaciones hayan terminado, pero el bienestar no debería hacerlo nunca.

 

Cristina Jardón es Experta en Inteligencia Emocional aplicada a las Organizaciones y Bienestar Corporativo. Formadora, mentora y consultora de Bienestar. Puedes conocer más sobre su trabajo en www.cristinajardon.com