David Reyero, Senior HR Business Partner en Sanofi Iberia

Twitter: @davidreyero73 / Linkedin: es.linkedin.com/in/reyerodavid

“Fatiga de Zoom”: la disrupción en nuestros hábitos laborales que ha generado el Covid tiene sus efectos contradictorios como toda transformación.

La irrupción de nuevas herramientas de videoconferencia (Zoom, Teams, Meet…) fueron una “bendición” en 2020 para mantener nuestras conexiones personales y profesionales. Una ventana al mundo y a nuestras personas cercanas para compartir miedos e ilusiones, ayudarnos mutuamente y tratar de mantener el estado de ánimo en aquellos duros meses de confinamiento.

Sin embargo, hoy también somos cada vez más conscientes de sus efectos adversos. Hoy se extiende por el mundo empresarial la “fatiga de Zoom”, el desgaste mental que nos genera el exceso de videoconferencias. Una forma de reuniones que cansa más que las tradicionales reuniones presenciales según se ha comprobado ya en diversos estudios.

Para afrontar este problema surgen herramientas como Spot, una plataforma que fomenta las reuniones andando para afrontar el cansancio y sedentarismo propio de esta época.

Hoy me parece más apremiante que nunca repensar cómo gestionamos nuestro tiempo de trabajo para combinar con inteligencia la necesaria productividad con unos hábitos sostenibles y rutinas que fomenten la creatividad y felicidad laboral.

Creación, conexión y contribución son tres tiempos complementarios y que nos acercan a la excelencia laboral. Manejarlos bien es fundamental para avanzar como una organización de alto rendimiento sostenible.

Creación: es un tiempo fundamental y suponer parar, pensar y diseñar el futuro. Es un momento de compartir ideas sobre un papel en blanco. De discutir, retarnos, reconocernos sin presiones de tiempo ni de resultados concretos. Espacios para el brainstorming de calidad y para soñar en voz alta antes de pasar estas ideas por el filtro del realismo y nuestros recursos escasos. Como ejemplo, Jeffrey Immelt (ex CEO de GE) trataba de dedicar el 20% de su tiempo a parar, pensar y redefinir el porvenir de la compañía.

Conexión: es el necesario tiempo para los “cafés virtuales” y socializar con los compañeros. Reír, compartir asuntos triviales y desconectar de la presión diaria. Qué importante y a la vez, aparentemente sencillo y trivial.

Es un tiempo valioso para conocernos a un nivel más personal, para potenciar nuestras relaciones y usar una herramienta clave de las personas felices: el sentido del humor. Buenos momentos si conseguimos que aflore “el animal social”, consustancial a nuestra genética humana. Tiempo de calidad compartido, aunque sigamos añorando el cuerpo a cuerpo de nuestros inolvidables cafés presenciales. 

Contribución: es el volumen de tiempo lógicamente más amplio y está dedicado a tareas esenciales: seguimiento, ejecución y “pura productividad”, tanto a nivel individual o en coordinación con otros compañeros de trabajo o personas de otras organizaciones.

Suponen ritmos y energías distintas, con el objetivo de potenciar las sinergias en los equipos, el bienestar laboral y la calidad de nuestros resultados y decisiones. Dinámicas que hacen más sostenible estos largos meses de pandemia, disrupción e incertidumbre y que pueden llevarnos a acabar “telequemados” si no cuidamos nuestros hábitos.

En mi experiencia, la “fatiga de Zoom” tiene varias explicaciones: replicar nuestro modelo operativo presencial al teletrabajo sin suficientes ajustes, un porcentaje excesivo de tiempo dedicado a la contribución, en detrimento del tiempo de conexión y, sobre todo, a la necesaria creación, un exceso de reuniones que en muchos casos son evitables.

Existen algunas ideas que pueden mitigar esta situación manifiestamente mejorable, aunque cada empresa debe “encontrar su tono” para tocar como una orquesta más afinada: aumentar la delegación, reducir tiempo, asistentes y número de reuniones, potenciar la mentalidad agile en el día a día…

Hoy podemos vivir en varios modos: en un insufrible “Día de la marmota”, recordando la famosa película de Bill Murray. O, por el contrario, podemos esforzarnos por proteger nuestro estado de ánimo y aplicarnos en una rutina más positiva y saludable. Un día a día laboral que, con sus naturales altibajos, aporte espacios y tiempos para “fluir” y disfrutar del trabajo.