Por Leyre Octavio de Toledo, Directora Ejecutiva del área de Arquitectura de Savills Aguirre Newman.
La actual emergencia sanitaria y la cuarentena nos están poniendo a prueba en todos los sentidos. Ha paralizado la realidad y el sistema tal y como lo habíamos conocido hasta ahora y nos obliga a reflexionar ahora sobre cómo será el futuro, los cambios temporales necesarios y los permanentes en nuestros hábitos y comportamientos.
Sabemos que los cambios son difíciles, pero hay situaciones que los facilitan. Otras etapas extremas en la historia trajeron consigo aprendizajes, reflexiones y oportunidades para las ciudades y cómo nos organizamos en ellas ahora. Anteriores pandemias han regido la aparición de nuevas formas de hacer las cosas: la peste en la Edad Media fue el impulso para el desarrollo de las ciudades desde el punto de vista administrativo, el cólera del SXIX transformó el urbanismo y las infraestructuras básicas por motivos de salubridad, la tuberculosis llevó a un cambio radical en el modo de entender la vivienda y en el uso de nuevos materiales.
Tendremos que hacer un enorme esfuerzo para utilizar lo aprendido de toda esta experiencia, plantearnos y poner en cuestión los modelos conocidos y aceptados por todos como válidos sobre cómo entendemos la ciudad, el trabajo, el hogar, la movilidad.
Si nos centramos en el mundo de las oficinas y los espacios de trabajo, el aprendizaje gira en torno a un doble enfoque. ¿Qué va a suceder a corto plazo, en la vuelta progresiva a nuestros entornos laborales? ¿Qué va a cambiar todo esto a largo plazo?
Para responder, solo la faceta humana puede ser el objetivo del doble enfoque. Hemos experimentado el miedo y la tristeza, ansiedad, pero también la solidaridad, la añoranza de un abrazo o una charla en persona. Y estamos aprendiendo a toda velocidad en el plano personal y en el profesional. En muy poco tiempo, muchas empresas han sido capaces de trabajar desde casa sin ver afectada su productividad, ha quedado patente que la fortaleza de los equipos trasciende a lo físico y nos hemos adaptado pasando de una jornada estructurada donde nos costaba llegar a todo a una jornada “líquida” donde hay que gestionar casi todo a la vez. Además, contra todo pronóstico, el concepto deshumanizador imperante de la tecnología ha virado para convertirse en el factor que ha humanizado nuestro día a día.
En el corto plazo tenemos el reto de garantizar que el espacio de trabajo sea un espacio sano y seguro, definiendo una serie de nuevas reglas en tres contextos diferentes: 1) salud y bienestar, incluyendo la especial atención a las emociones; 2) espacios, procesos y tecnología, lo que conocemos como estrategia de workplace; 3) definición y aplicación de protocolos de higiene y de limpieza tanto en el interior como en el propio edificio.
Me voy a centrar en el primero. En el ámbito de la salud y el bienestar, la incorporación de tecnología permitirá a las compañías detectar dentro de su espacio físico si una persona tiene temperatura superior a la normal, reforzar el distanciamiento social y reducir la necesidad de tocar superficies.
La forma en que las personas aprecien de forma positiva que están velando por su salud o, por el contrario, que se sientan vigiladas y en un entorno hostil, depende de la visión con la cual se integren la tecnología y los medios digitales en los nuevos protocolos.
Por ese motivo, no solo la elección de los medios tecnológicos será crítica para el éxito de la nueva tarea, sino también la integración de los mismos en el día a día de una manera humana, cercana y amigable. En esta nueva realidad, los medios que desplieguen las compañías para cuidar de la salud de sus empleados y clientes tienen que ayudar a fortalecer el sentimiento de pertenencia y la cultura de la compañía.
¿Qué entendemos por una visión humana y amigable? Sin duda no es lo mismo que, al entrar en un espacio, una persona con mascarilla y guantes nos apunte con una cámara que acercarse a un punto de control señalizado donde un equipo mida tu temperatura o recordar a los empleados que midan su temperatura antes de salir a trabajar y, si no tienen fiebre, que se den de alta en una app para reservar un espacio dentro de la oficina.
Sentir que tenemos cierto control, poder de decisión, que se nos escucha y que somos tratados como adultos es lo que entendemos como una visión humana, porque la persona ha sido puesta en el centro de la implementación de los nuevos medios. Hablar de una integración amigable tiene su mejor ejemplo en el uso habitual que realizamos de determinadas apps. Algunas nos resultan sencillas y accedemos a sus servicios casi sin darnos cuenta. Están diseñadas para ser amigables. Otras nos parecen incomprensibles, no entendemos qué hacer, nos resultan difíciles y nos hacen sentir poco inteligentes y poco amigables.
La tecnología bien integrada podrá fortalecer los vínculos de la comunidad, crear confianza y transparencia. Una tecnología que genere sensación de control podrá crear rechazo, el cual puede afectar a la aceptación de las personas en su vuelta a la oficina y al día a día del negocio.
Y todo esto, porque miramos a la vez a largo plazo. La experiencia de teletrabajo más grande de la historia nos ha demostrado que hoy lo digital es ya lo normal. Una compañía digitalizada es aquella en la que su ecosistema al completo tiene la capacidad y el poder de elegir cuándo, elegir dónde, elegir cómo y elegir por qué. El gran reto que hoy tienen las empresas es conseguir ser elegidas para seguir creciendo de forma sostenible.
Conseguir que el talento te elija desde el teletrabajo no es fácil. El teletrabajo es real y es productivo, pero desde casa es muy difícil innovar, compartir experiencias, generar sinergias, aprender de tus compañeros, sentir los valores de tu empresa o celebrar los éxitos.
Las empresas tienen ahora el reto de afianzar lo avanzado en digitalización y asegurar espacios saludables y seguros para ser un lugar de encuentro humano siempre, al que la gente elija ir, en el que a través del diseño de espacios seguros y amigables donde se respiren los valores de la compañía, se genere sentimiento de pertenencia y comunidad. En el que no solo se generen los éxitos de la organización, sino donde se celebren, y con emoción.