Quizá no se ha explicado suficientemente por qué agilidad y enfoque pleno en las personas son dos elementos inseparables de un mismo binomio y por qué una empresa que quiere ser ágil necesita estar centrada en las personas.
Para entender qué es una empresa ágil, hay dos definiciones de P. Behrens y Steve Denning que nos ayudan a comprender. Una es “el arte de hacer cuando aún no sabes todo lo que hay que hacer”. Mientras que Dennnig relaciona agilidad con trabajar de forma más inteligente y creativa: no trabajar más en menos tiempo sino generando más valor con menos trabajo.
A partir de aquí y de las ideas del White Paper “Agile Enterprise” (2012) sobre Organizaciones Ágiles, nos atrevemos a definir una organización ágil como aquella capaz de actuar cuando aún no sabe todo lo que hay que saber, donde se trabaja generando más valor en menos tiempo, abierta al cambio, basada en el aprendizaje continuo y capaz de aceptar el fracaso. Además, las organizaciones ágiles son “cliente-céntricas” lo que define su funcionamiento, a lo que deberíamos añadir también “persona-céntricas”, requisito esencial para la agilidad.
Cuando hablamos de empresas centradas en las personas y extrayendo algunas ideas del Decálogo de la Empresa centrada en la Persona desarrollado por la Cátedra Irene Vázquez del IDDI de la Universidad Francisco de Vitoria, la concebimos como una red estable de relaciones de encuentro que, a través del trabajo coordinado, ofrece una respuesta creativa a las necesidades de las personas y de la sociedad. Son empresas que poseen una cultura del encuentro articulada en torno a los valores del asombro, la confianza, el respeto, la escucha y colaboración. El diálogo auténtico es su método por excelencia para las interacciones con todos los grupos de interés, internos y externos
Esto implica que se acoge y acepta a las personas por lo que son y no sólo por el rol o función que desempeñan y que se acepta el fracaso como camino para el aprendizaje. Las personas necesitamos sentir todo esto presente para abrirnos verdaderamente a la escucha y a la interacción constante, a la colaboración plena, al cambio y a la innovación.
Solo bajo estas condiciones, las personas pueden comprometerse y dar lo mejor de sí mismas, es decir aportar más valor en menos tiempo. Solo así, generamos el contexto para que las personas estén abiertas al cambio y a las necesidades del cliente, sientan que pueden arriesgar, incluso fracasar y por tanto ser plenamente creativas. En definitiva, pueden poner en juego todo aquello con lo que hemos caracterizado las empresas ágiles.
La conclusión es clara: los valores que activan la agilidad y la apertura al cambio son los mismos que mejoran las relaciones y por tanto la cooperación y el trabajo en equipo, los mismos que conducen a una empresa centrada en las personas.
Susana Alonso
Directora Cátedra Irene Vázquez Empresa Centrada en la Persona
del IDDI de la Universidad Francisco de Vitoria